Las situaciones de dolor claman por una esperanza. Y la esperanza clama por una Presencia. Orar es disponibilidad a encontrarse con Dios en un diálogo hecho de palabras, de silencios, de esperas, de escucha... Orar, antes que pedir favores o invocar milagros, es relatar a Dios la propia historia, dar voz al propio duelo y a nuestras esperanzas, y después ponerse a escuchar los mensajes del sufrimiento: cosas que el corazón no está acostumbrado a sentir. La oración, más que un modo de cambiar a Dios, es el instrumento que Dios pone en nuestras manos para cambiarnos a nosotros mismos, transformando nuestras actitudes y perspectivas que tenemos sobre la vida y las cosas. La invitación que hacen estas páginas es a transformar nuestras vivencias difíciles y dolorosas en plegaria al Dios de la vida.
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