Presentamos en este número de Concilium un eje de toda religión, desde las formas más elementales hasta las más sofisticadas: el sacrificio. Hoy, sin embargo, el sacrificio se metamorfosea en formas seculares y no solo religiosas. Por eso es necesario un esfuerzo interdisciplinar muy amplio para seguir las rutas del sacrificio. Aparte de su continua metamorfosis intriga su ambivalencia y peligro. El sacrificio, como una moneda, tiene doble cara: encierra muerte y vida, pérdidas y ganancias, violencia y pacificación. Pero no todo sacrificio entraña sangre; puede consistir en una ofrenda de flores o de danzas, o en un homenaje eucarístico.
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