Dar sentido a la vida es exigencia y tarea de todo ser humano. Mientras los animales se mueven por el instinto, el ser humano lo hace por el sentido. Para ello hay que responder a los grandes y legítimos anhelos que constituyen la esencia de la naturaleza humana. En esta obra, el autor invita al lector a abrirse y acoger el don de la fe cristiana no como un añadido más, sino como el resultado de la búsqueda del sentido verdadero de la vida.
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