¿Se puede hablar todavía del celo de Dios? Encontramos la expresión “Yo soy un Dios celoso” en la teofanía del Sinaí, más precisamente en el decálogo, en el que fundamenta el primer mandamiento (Ex 20 y Dt 5). ¿No encontramos en ello un gran antropomorfismo (se sobreentiende: superado), una manera de hablar de Dios a partir de una experiencia humana que se ha vuelto inadecuada?
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