La oración ayuda al ser humano a salir de su pequeño yo, que yace prisionero del consciente, y le hace avanzar hacia su verdadero yo, hacia ese núcleo íntimo de la persona que une al consciente y el inconsciente, Dios y el hombre. El autoconocimiento tiene lugar no sólo con vistas a mi mismo, sino también en relación con mis semejantes. Pedir por el prójimo es un método fecundo de autoconocimiento.
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