Cualquier persona sana, aspira a vivir en paz consigo mismo y con los que le rodean cumpliendo así el mandato del Señor que nos insta a no dejar pasar un día sin haber perdonado al que nos ha ofendido. Sin embargo, hay muchos matices y malentendidos en nuestras muestras de perdón. Por otra parte, la experiencia demuestra que nadie da lo que no tiene; quien no está pacificado, difícilmente puede transmitir paz y quien no se siente perdonado tampoco puede perdonar
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