El de Mateo fue, en las primeras comunidades, el evangelio preferido y el que más frecuentemente se proclamaba e interpretaba durante la celebración. Los primeros creyentes entendieron que, para Mateo, la Iglesia –es decir, la comunidad eclesial concreta– es el lugar donde se prolonga la actuación de Jesús. Sólo si la Iglesia hablaba correctamente sobre Jesús, si entendía su mensaje y seguía su camino, podía ser testigo de Cristo en este mundo. Sólo de esta forma se podía constituir en el lugar donde Cristo, glorificado por el Padre, actúa en este mundo.
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