La cultura contemporánea considera el argumento sobre el mundo de los espíritus como un residuo mitológico, una creencia que no tiene mucha razón de ser en la era de las nuevas tecnologías. En este contexto, ¿qué sentido tienen las narraciones evangélicas que relatan la liberación de endemoniados? ¿No sería mejor tender sobre ellas el manto de un silencio pudoroso?
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