Esta obra recupera la importancia del grabado bíblico como expresión cultural y, sobre todo, como forma específica de discurso teológico. Para ello cataloga y presenta las distintas colecciones decimonónicas de grabados -entre las que se incluye la de Gustave Doré- y propone un método de interpretación que permite valorarlas plenamente como fuentes de investigación tanto para el mundo bíblico como para la historia del arte, del grabado o la historia del libro y la lectura. El estudio específico de las ilustraciones del profeta Elías y del hijo pródigo desvela las formas tan distintas de contar sus historias, las intenciones de los artistas y las posibles repercusiones en sus lectores.
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