La «familia» se ha identificado a menudo como «iglesia doméstica». Aprendemos a ser cristianos en nuestras familias. Como siempre ha mantenido la doctrina católica, los padres ejemplarizan la relación de Cristo y la Iglesia, y los hijos son la encarnación del amor de sus padres. Las experiencias familiares, para bien o para mal, nos configuran como las personas que llegamos a ser. Pero las familias se están haciendo cada vez más complejas y tienen que afrontar desafíos que no tienen respuestas fáciles, ni por parte de la Iglesia ni por la sociedad.
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