Sabemos que la fuente, el modelo permanente a cuya luz la oración cristiana se corrige y se afirma es la Biblia. Los autores de sus distintos libros no se propusieron legarnos un tratado de oración al estilo clásico pero sí recogieron y nos transmitieron muy nítidos los rasgos del verdadero Dios, los de una caravana interminable de orantes, las fórmulas con que oraban comunidad e individuos, así como muchas de sus reglas acerca de tiempos, lugares, condiciones, etc., de su oración. Lo suficiente para conocer lo que a nosotros más nos interesa ahora: su praxis orante. En estas páginas aparece el destello que a cerca de todo esto emana de cada uno de sus libros.
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