Nuestro mundo busca padres y los expresa también con sucedáneos. También por esto -o sólo porque es la Persona trinitaria que envía y que, por tanto, permanece en el silencio fuera del tiempo-, el Padre es quizá la Persona divina con los rasgos más difíciles de describir. A esto se dedica este librito. El autor, después de haberse detenido en Cristo y en el Espíritu, ahora con palabras simples, pero teológica y espiritualmente profundas, nos introduce en lo que constituye el corazón de la revelación de Cristo y del Espíritu: el amor del Padre.
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