Dios ha querido ser ya para siempre, desde la revelación de Jesucristo y el don del Espíritu, el Dios con nosotros, el Emmanuel. Así, ya es imposible pensar la Trinidad de Dios sin la relación con los hombres.
Si la teología es hablar de Dios, conjugando la búsqueda y el anhelo del hombre con la palabra y la revelación de Dios, el tratado sobre el misterio trinitario constituye su centro y fundamento. Pero no se trata de hablar de un dios cualquiera, ni siquiera de él como Misterio sin más, sino del Dios que se ha revelado en su Hijo y se nos ha dado en el Espíritu. La fe trinitaria no es un enigma indescifrable, un jeroglífico irresoluble, un dogma sinsentido. La teología trinitaria tiene como tarea pensar a fondo esta revelación y comunicación de Dios. ¿Cómo es posible que Dios sin dejar de ser él pueda entrar en el corazón mismo de la vida humana en historia y trascendencia ofreciendo a la realidad mundana la comunión definitiva con él? ¿Cómo es ese Dios desde toda la eternidad para que su revelación histórica sea de esta manera? La teología cristiana responde a estas preguntas afirmando que Dios es aquel que es y ha querido revelarse para siempre como el Dios-con-nosotros: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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