Para encontrarnos con el Dios vivo y verdadero a quien poder entregar el corazón necesitamos negar a aquel Dios construido por el imaginario religioso y atrapado en las redes de la doctrina. Después de habernos sumergido en Dios y haber sentido cómo nace de dentro mismo de nuestro corazón, podremos libremente reasumir las imágenes y las doctrinas, las cuales, una vez desprendidas de su pretensión de definir a Dios, se transfiguran en metáforas con las que nos acercamos al Misterio para no resultar abrasados por éste
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