Ya sea implícita o explícitamente, las fronteras siempre han albergado un profundo significado teológico. La frontera es, por un lado, un instrumento para establecer una identidad, al desmarcarse uno mismo de los demás, pero, por otro lado, también puede experimentarse como una posibilidad de intercambio.
En nuestra época, observamos un profundo cambio en la experiencia existencial de la frontera. Las razones son muchas: los problemas relacionados con el cambio climático, el acceso a agua y aire limpios, las diferencias de desarrollo y de recursos económicos y financieros, la inestabilidad política y la violencia están empujando a cada vez más personas de todo el mundo a cruzar fronteras.
La teología está profundamente involucrada en esta reflexión, pero debe entablar un diálogo con otras disciplinas.
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