La danza es una práctica universal que conecta a los individuos con su entorno y tiene múltiples funciones, desde la expresión de identidad hasta la resistencia contra la opresión. La danza, aunque históricamente marginada en el cristianismo occidental, ha mantenido su dimensión espiritual y se ha redescubierto en la modernidad como fuente de reflexión teológica. Las contribuciones en este número de Concilium analizan cómo la danza sirve como expresión y experiencia de resistencia y resiliencia en la que los recursos culturales, religiosos y espirituales se fusionan para contrarrestar las estructuras opresivas y encarnar en la danza otras posibilidades de vida floreciente, justicia y relaciones justas.
Además, el Foro teológico celebra el 60 aniversario de Lumen gentium, que destaca el papel activo de los laicos en la Iglesia.
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